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Alto Alberdi?

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La Mainé

Como pintado en el aire del barrio estuvo la frescura de un personaje carismático y conocido por todos sus contemporáneos, sobre ella se tendieron copiosas opiniones encontradas, de personalidad única y de figura inconfundible a la que tratare retratar.

Para mi es un gusto tomar la posta y abordar el tema recordándola, ya que no podía estar ausente si se trata de nuestro querido barrio, mi tarea no es taxativa pues con gusto agregare otros testimonios alegóricos, que con el respeto merecido puedan otros recordar.

María Inés Codina Guaita, entre nosotros La Mainé, con brillantes ojos verdes transparentes que llamaban la atención por sobre toda su figura, de talla baja, gordita y movediza, siempre sonriente, de aspecto impecable con sus labios rojos que resaltaban en su blanca piel, de buen carácter, adornaba su cabeza con coloridos pañuelos cubriendo su cabello al estilo de las mulatas de antaño.

La conocimos en casa, la recuerdo por aquellos años cincuenta, en ese tiempo ya era una señorita mayor, como de unos treinta años, era natural verla en los días de semana, solícita y dispuesta a colaborar con sus vecinos, era de esas personas que se asimilan de vez en cuando en visitas repetidas con algunas amistades, tanto podía estar en casa como en la de otros amigos, la podías encontrarla cosiendo con la Tía Nena Estévez, o en casa de los Polatini, era bienvenida en todos lados, se arrimaba a donde encontraba cariño y contención, colaboradora, sobre todo cuando había alguien enfermo, siempre dispuesta a y servicial.

Ella vivió siempre en Alberdi con su familia, viejos vecinos del barrio, afincados sobre Caseros casi Espora, justo en frente a los Pinzani.

Mainé como muchos, tenía un flanco diferente los fines de semana, soltera, y enamoradiza como ninguna, mostraba un especial interés por los soldados del escuadrón de artillería, los que tenían sus francos los sábados y domingos, con quienes se pavoneaba del brazo por la avenida Duarte Quirós, su desinhibida actitud le valió una fama que levantó comentarios y opiniones de los vecinos, los que se sentían con derecho a señalar las libertades que ella se tomaba, inventándole apodos que la irritaban justificadamente.

Lo cierto que los años pasaron y ella mantuvo su soltería indemne, nunca tuvo hijos, los vecinos mas cercanos, valoraron su gracia su frescura y por sobre todas las cosa su predisposición con los demás.

De ella quedó el fulgor de aquellos años en la memoria de quienes la conocimos, mientras que en reuniones de amigos aparece el duende memorioso, que con ojos entre abiertos y una sonrisa entre los labios nos la trae en el recuerdo,

Mi evocación más cariñosa

Rodolfo