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Un Día de Campo

Cabana 2010
Las cosas no suceden solas, al menos esta, en que se necesitan las voluntades dispuestas para  regocijarnos en el recuerdo, que no significa dejar de mirar adelante, solo que de vez en cuando es bueno honrar el pasado, si este fue regocijante.

A veces sin darnos cuenta estamos inmersos en situaciones cotidianas en las que no pensamos que puedan trascender, tomándolas solo así, cotidianas; pero el tiempo   en ocasiones, cambia su importancia dándole el carácter de especial, por eso detenerse y observarlas en el recuerdo, puede enriquecer el presente, provocando sensaciones de placer.

El relato tiene origen en nuestra querida barriada de  Alto Alberdi.
Los Leone, Nélida y César, solían visitar en los fines de semana un paraje muy bonito cerca de Unquillo que se llama Cabana. Con el tiempo la familia alquiló en forma permanente un rancho, con las precariedades, del caso, donde pasábamos los meses de verano.
Cierto es que los viejos abiertos a nuestras inquietudes invitaban a  los amigos, primos y allegados a este lugar de las sierras; en aquellos años el grupo tendría unos diez años de promedio, en una mezcla particular de varones y chicas.

Los viejos se instalaban en el rancho en los meses en verano, alistados para albergar ese grupo de niños, que bajo pautas claras de orden funcional, veraneaban en armonía.

Extraído de mis relatos “Recuerdos de Cabana“, agrego este párrafo que muestra en pocas palabras el espíritu de aquel tizón encendido.

Voluntad inquebrantable tenían mis viejos, llevarse a vacacionar semejante grupo de críos, amén de recibir la visita de los respectivos padres los fines de semana, toda una revolución. Impensable para hoy.

 La riqueza de aquellas vivencias prodigó en cada uno de nosotros una serie de estímulos tan fuertes, que con el pasar del tiempo, fuimos retornando a Cabana para revivir de aquellas  sensaciones inolvidables de nuestra juventud.

Pasaron muchos años, algo así como cuarenta, y un día, rascando el pasado con Yolanda Fracchia, surgió la idea de juntar, aquellos históricos jóvenes para revivir en un día de campo, aquellos momentos tan sentidos en nuestros recuerdos, justo allí en Cabana.

Desde ese momento la usina de ideas no se detuvo, llamadas de teléfono y  propuestas que para algunos resultaban increíbles, movilizamos el espíritu de los más remolones, un volcán de sensaciones y recuerdos se pusieron en marcha, tiempos de novios, guitarreadas, caminatas, pitadas con palitos de Peperina, cosquillas en el estómago por el solo echo de pensar en aquel día, y allá fuimos, claro hoy el grupo había cambiado, orgullosos invitamos a hijos y nietos, mientras les contábamos pasajes y anécdotas que estuvieron guardadas tanto tiempo.

Al encuentro aparecieron caras distintas, algunos no nos veíamos desde aquel tiempo, pelos blancos, panzas prominentes, algunos casi desconocidos, pero la sorpresa fue total la magia apareció, al rato de llegar, la distancia de los años había desaparecido, parecía un viaje en el tiempo, las risas por las anécdotas revividas nos quitaron todos los años pasados, no faltó la buena comida, bebidas guitarras y las especialidades de postres que cada uno con mucho amor había preparado.

A corazones abiertos con sensaciones aireadas casi flotando de la emoción, fuimos entrampando en nuestras cámaras, los emotivos momentos vividos, todo era especial irrepetible, y sin darnos cuenta llegó el momento más emotivo del día, se entregaron presentes y como broche de oro, disfrutamos de las palabras más emotivas que pude escuchar aquel día, Adriana Fracchia en el silencio que provocan las grandes ocasiones, hizo un recordatorio de los viejos Nélida y César, en agradecimiento por habernos dado la oportunidad de disfrutar aquel hermoso cuento de fantasías juveniles.