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Cuatro Generaciones en Alto Alberdi

Recuerdos de Daniel Palomeque

Nací en 1948 en la calle León Pinelo al 200 donde era la casa de la familia de mi madre Elena Camargo. Allí viví hasta los cuatro años rodeado de tías y primas solteras ¡Era yo el rey de la casa!

Mi padre, Oscar “El Chacho Palomeque, también nació en este barrio y a su decir era “indio del pueblito”.Un hombre simple, de trabajo que hizo de la amistad un culto.

Los bares Llao Llao, Don Líbero y más tarde Don Esper, lo vieron compartir con sus amigos grandes partidos de truco acompañados de acaloradas conversaciones sobre fútbol y política. Amable López, Carranza,Varilaro, Scozzari, Garay y su cuñado Tito Jordán (referente peronista del barrio) fueron sus compañeros de la vida.

Conocía como pocos la zona, las familias, las historias, es decir la esencia de Alberdi. Recorrió sus calles deshilachando siestas de travesuras, disfrutando de las mañanas “hondeando pajaritos” en las barrancas del bajo Alberdi, refrescándose en el ¡sifón! de la acequia allí en el cruce de León Pinelo y 27 de Abril como si éste fuera una piscina.

Eran tiempos de necesidad y quizás por eso recordaba con una luz especial en sus ojos que la Familia Pinzani, cuando se aproximaba Navidad, adornaban un inmenso pino y colgaban de sus ramas bolsitas con golosinas que regalaban a los niños del barrio.
El Chacho, como lo conocían todos, aprendió el oficio de sastre y trabajó en las sastrerías más importantes de Córdoba como Casa Picó, Belfast y “Casa Muñoz donde un peso vale dos”, según rezaba el slogan.

Su objetivo era tener su casa y como era costumbre en esos tiempos los hijos que se casaban no se iban muy lejos. Así mi madre heredó una parte del terreno familiar y con un crédito del Banco Hipotecario logró darnos una vivienda de avanzada para la época. Un hermoso chalecito pequeño pero muy cómodo que quizás los vecinos no lo registraban mucho porque estaba atrás de la casa materna con un largo pasillo como entrada.

A un lado estaban los Denet al otro lado los Rovai y su panadería, en frente Don Conci, los Vacchiani, los Risso,en la esquina de Caseros y León Pinelo la farmacia de Don Jacobo Hurovich, al lado la peluquería “del burro del pueblo” el dispensario y más allá Los Miguez, los Hillman, los Pereyra (Oscar y Pequiné), la Mainé y los Pinzani....

Recuerdo por las tardes en la vereda, bicicletas y karting a pedal, el silloncito de mimbre, mates, vecinas conversando y el colectivo 6 de la Cata que pasaba por León Pinelo completaban la escena. Todo tenía simpleza, frescura, sinceridad....todo era placentero...
En la plaza por las tardes, la propalación Saturno amenizaba con música y publicidad también la matinée del cine Select era la otra alternativa.

El tranvía 2, emblemático en el barrio, venía por calle Santa Rosa tomaba León Pinelo hasta 27 de Abril y bajaba hacia el centro, en el nos íbamos los Sábado a la noche al clásico restaurante La Revoltosa que estaba cerca de la plaza San Martín. Cuando los reemplazaron, llegaron unos ómnibus, Ford Wayne a los que bautizamos ¡Loros! por su color verde claro.

Mi primera comunión la tome en la parroquia San José, fue todo un acontecimiento, primero por que en una familia profundamente católica significaba un momento de mucha gracia y bendiciones; recuerdo que me prepararon las mejores galas, como buen hijo de sastre, pero el cuello almidonado de mi camisa era una tortura.

Éramos una familia común pero no faltaban las vacaciones en las sierras, para nosotros tan importantes como un viaje a Europa, a tal punto que desde allá mandábamos postales a los familiares y que a veces ¡llegaban después que nosotros regresábamos! eran tiempos de cartas y telegramas.

Un comentario especial merece mi barra, la de la esquina de Caseros y Vélez, recuerdo los nombres de Carlitos y Eduardo Turco, el flaco Morán, Tachi Moyano, Carlitos Garbero, los Fiorio, los Posadas y mi primo Enrique Jordán.

Mi madre me acompañó hasta 1981 y mi padre hasta 1994,Yo por entonces ya tenía mi familia formada con Estela Misuraca, que a pesar de no ser de éste barrio lo conoce y lo disfruta intensamente por que ejerció la docencia en el colegio San José, durante treinta y dos años por lo que conoce a muchas familias de la zona.

En tiempos en que todo es efímero y cambiante, siento que la vida me premió pudiendo permanecer aún en la casa donde crecí, que mis hijos recorran los lugares que yo recorrí, que tanto ellos como ahora mis nietos jueguen en el viejo patio, que los hijos de mis amigos sean ahora sus amigos, ¡Vaya si es un regalo de la vida!

Ya van cuatro generaciones nacidas en Alto Alberdi, mi padre Chacho, yo, mis hijos Mauricio, Matías y Ana Laura y mis dos nietos Agustina y Lautaro, una historia común pero un cariño especial, profundo e intenso por éste lugar....

Daniel Palomeque