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Comunión de Manará

Apodos raros siempre hubo en Córdoba, pero este que le pusieron a Eduardo Fracchia fue espectacular, marcó la diferencia y se mantuvo en el tiempo, tan es así que hoy si pretendemos ubicarlo, podemos preguntar por Manará lo que será más fácil que hacerlo por Eduardo su nombre.

Que ocurrencia la de estos locos amigos ponerle Manará, sin relación con nada a la vista, pero resultó más o menos así, Manará patará chucará, comerá y mañana se morirá. Este apodo vino de la mano del Hugo Zetti que junto con un grupo de vagos, que no tuvo cosa más interesante que trabajar de Cura bautismal.

Resulta que en aquellos tiempos, los varones después de cumplir siete años, debíamos hacer la primera comunión, de no ser así, entrabas en zona roja, pecado en puerta, ¡quién sabe en que podía terminar!

Mi hermano y yo habíamos cumplido con este trámite, pero mi primo Eduardo Fracchia (Manará) aún se resistía. Su mamá La Chicha Aiuto le comentaba a mi vieja, ¡No se que hacer! ¡no quiere ir ala catequista! imagínate vos, tus chicos son una monadita, pero este… ya ves!……y cosas por el estilo. Realmente Manará era un verdadero rebelde, pero solo en su casa.

En esos veraneos de Cabana, se le ocurrió a mi vieja incitarlo para que tomase la trascendental comunión; empresa difícil si las hubo, cosa de locos, pero a la vieja era muy difícil doblarle el codo, y así después de unas semanas de preparación, este loco, como decía mi vieja, estaba listo para el evento, parece que lo estoy viendo sentado en una piedra a la sombra leyendo el catecismo, increíble e inolvidable. La Nélida combinó con el cura de la iglesia Don Bosco de Cabana, y entre ambos pudieron doblegar al rebelde Manará.

Claro estábamos de vacaciones entonces mi vieja la llama por teléfono a su madre, y le da la Noticia impactante, Chicha el domingo “venite” porque Eduardo toma la comunión, ……traele algo de ropa más arreglada.

La Chicha y su hermana Antonia  no lo podían creer, El Nino preparó la chata Chevrolet del veintisiete, trajeron de todo para la fiesta, vinieron todos los parientes incluido el Tío Pascualín que con sus setenta y pico de años, en un partido de “fulbo” que se armó, lo pusieron de arquero, decíamos que atajaba de memoria. Fue una fiesta de aquellas, con mucha gente.

Figura inolvidable la de Manará, con su campera gris de gabardina, pantalón corto un moño en el brazo, el catecismo y un rosario de Adriana en la mano. Recuerdo que el cura le regaló unos caramelos, sin saber que, estaban llenos de hormigas.

Una vez más ¡la Nélida! mostraba que Eduardo era dócil y obediente………con seguridad, alguna debilidad tenía por los chicos.

Rodolfo