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Alto Alberdi?

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Los Ríos Gómez

Mis abuelos paternos: Juan Ríos Gómez y Juana Aguirre.
Al abuelo Juan no lo conocí, pues murió muy joven, dejando a la abuela viuda y con cinco hijos de corta edad, pues eran todos muy seguidos.

Lo poco que supe del abuelo Juan es que era educador, Director de Escuela, carrera muy prestigiosa por aquellos años y que cuando vió a la abuela Juana dijo: “con esa mujer me he de casar y será la madre de mis hijos.”

Así fué pero la felicidad duró poco, pues la muerte le arrebató demasiado pronto, quedando Juana con cinco hijos de corta edad.
Tengo muy gratos recuerdos de mi querida abuela Juana.
Ella pertenecía a una familia de estirpe.

Los Aguirre , quienes habían venido como tantos otros conquistadores españoles en busca de la Ciudad de Oro, pero aterrizaron en  nuestros pagos pues venían en la expedición fundadora de nuestra ciudad, acompañando a Don Jerónimo Luis de Cabrera quien les otorgó la “merced” de los Aguirre, que comprendía miles y miles de leguas cuadradas al sur de Río Cuarto, territorio dominado por los ranqueles, pero que fue conseguido a capa y espada por mis ancestros, quienes se dedicaron fundamentalmente al ganado vacuno y caballar. Con el correr de los años perdieron casi todo, pero ello es otra historia.
Es así que la abuela Juana era una mujer a tener en cuenta a la hora de contraer matrimonio.
La pequeña fortuna que heredó le sirvió, ya viuda para venir a Córdoba, comprar una casa y vivir y educar dignamente a sus hijos.
El mayor de ellos fue mi padre: Tristán.

Es difícil para mí desprenderse de todos los sentimientos subjetivos para describir de manera totalmente objetiva, tanto físicamente como la personalidad, la manera  de pensar y la idiosincrasia de la abuela.

Era una mujer de pequeña estatura, flaca, magra, tez mate como los españoles del sur, siempre peinada de la misma manera, con el cabello  de manera tirante hacia atrás y recogido en un apretado rodete.
Vestia siempre de una manera muy austera. Nada de pinturas y muy pocas joyas.
Pero lo que impresionaba en ella y de manera dominante, y que inmediatamente imponia su presencia era su mirada, ojos medianos, oscuros, profundos pero de mirada penetrante, bastaba una sola ojeada suya para darse cuenta quien era el personaje que predominaba y mandaba.

De pocas palabras, pues todo lo decía con sus ojos.
Para la abuela Juana, supongo que por haber sido el mayor de los nietos yo era y por lejos el privilegiado, el destino de casi todo su accionar de abuela.

Pude disfrutarla muy poco pues era diabética y falleció cuando yo tenia siete años